Qué cosa la del Pato feo

on jueves, 29 de diciembre de 2011

Y el pobre Pato feo se creyó el cuento de que era feo, vistió las mejores telas y lució los populares colores. Siguió a la perfección la pauta, pero la receta modal no lo curó de feo.

Así siguió por temporadas, jamás atrasado ni demodé. Probó cortes de pelo, peinados, tonos claros, tonos oscuros, formal, onda sport; en fin… aceptó sin excusas el molde del momento. Pero no. Era feo.

Pobre Pato, pobre Pato que se creyó la de feo. No era Pato feo, era Pato.

Pero el Pato al fin entendió. Ahora no cambia peinados, ni formas, ni colores. Ahora sólo se resigna a ser feo. Porque sabe, sospecha, que pronto lo feo dejará de serlo.

Entonces él saldrá y se lucirá sin prendas ni maquillajes. No se preocupará por la receta; él mismo empezará a serla. Lo feo será lindo y lo lindo feo; un rato, por lo menos, hasta que vuelva a ser feo.

Ya entendió. Es como un turnero: sólo tiene que esperar su turno, y la sociedad le dirá bello.
Qué cosa la del Pato este, que de tanta moda se creyó la de feo.

“El mundo te dirá quién eres, hasta que tú se lo digas al mundo”.

Encuéntrame

on sábado, 10 de septiembre de 2011


Si la soledad es tu oscuridad, mi nombre será tu luz.
Si los minutos son tu eternidad, mis segundos desearán ser tu instante.
Si el camino desafía tus fuerzas, mis brazos anhelarán ser tu apoyo.
Si el dolor asfixia tu garganta, mi palabra nacerá para ser tu consuelo.
Si el olvido es tu condena, mi mirada reavivará tu recuerdo.
Si el vacío ahoga tus espacios, mi fortaleza te abrirá nuevas puertas.
Si el fracaso siembra resignación, mi insistencia reavivará tu esperanza.
Si tu desamparo prostituye tu confianza, mis actos reanimarán tu fe.
Si el odio cerca tu ruta, mi amor dibujará mil horizontes.
Si el mundo aturde tu consciencia, mi silencio rescatará tu diálogo.
Si la circunstancia te dice no, mi mano dirá que sí.
Háblame.
Pídeme.
Exígeme.
Requiéreme.
Necesítame.
Búscame.
Solicítame.
Encuéntrame.
Si no me doy, si no me entrego, al final no seré nada.
Si mi vida no puede ser apenas tu bastón, mi propósito será sólo ilusión.
Si no hayas en mí consuelos a tus fracasos, no serás tú quien fracases… seré yo quien haya fracasado.

Dedicado a quien no ha hecho conocer el NO a nadie que haya llamado a su puerta. Dedicado a quien, más que persona plena de amor, fue amor literalmente personificado.

No soy feliz

on martes, 16 de agosto de 2011

Confesiones como ésta incomodan hasta a uno mismo. Porque el todo es nada cuando el todo disimula su vacío.

Siempre pensé que la flor puede nacer en tierra seca, que el amor es capaz de florecer en medio del odio, que lo bueno siempre es quien tiene en su manga la última partida.
Pero no.

No hoy. No por ahora.

Quizás si la felicidad fuera sólo mía… quizás si la construyera entre las cuatro paredes del departamento… quizás si la alimentara sólo de mis sueños… quizás ahí, el título de esta nota sería distinto.

Pero no. El título es lo que es. Es lo que soy.

Mis sonrisas no son auténticas en un mundo de lágrimas. Y aunque lo intente, mi felicidad no es un cofre impenetrable.

Lo intento. Me distraigo a diario con lo pequeño, ahí donde dicen que está lo verdaderamente importante. Pero, tarde o temprano, los ecos de los tantos gritos silenciados terminan por convencerme de que lo pequeño sólo es un desvío para evitar la carga de lo pesado.

Mi vida es lo que hago; pero mi felicidad es lo que hacemos. Eso de que la felicidad depende de uno mismo es cuento de fantasía, novelesca idea de que podemos encerrarnos y ser inmunes a lo demás.

Muchos podrán. Yo no. Definitivamente no.

Me pregunto si alguien podría dormir sabiendo que su hijo, su hermano o su sobrina, mira con resignación el plato recurrentemente vacío sobre la mesa. No, claro que no. Pero sí podemos hacerlo cuando no se trata ni de mi hijo, ni de mi hermano, ni de mi sobrina.

La felicidad es un estado, no una circunstancia; una plenitud, no una sensación. La felicidad es la conformidad y la trascendencia de esa conformidad. La felicidad es ser feliz, y ser feliz es poder decir “soy feliz” incluso en el momento en el que las lágrimas sellan el dolor.

Pero cuando el mínimo dolor saca a la luz dolores aún más profundos, entonces la felicidad se evidencia circunstancia, sensación, engaño. La alegría es la máscara que soslaya la infelicidad, tal como la apariencia construye, en su ser, su ausencia.

En el silencio y en la oscuridad, sentir el vacío no es una buena señal.

Soy honesto conmigo mismo: no soy feliz. Y de hecho, no creo que alguna vez lo sea. No depende sólo de mí, y eso es lo más curioso. Pero mi infelicidad es optimista y le regala al mundo el beneficio de la duda. Quizás deseche el mundo del revés, quizás ponga color en los blancos y negros, quizás encienda luz en la oscuridad de la ausencia. Quizás me regale el privilegio de tachar eso no e iniciar con el “Soy” el título de esta nota.

En todo caso, no me quedaré sentado. Soy parte del juego, y lo sé.

Mirada

on sábado, 21 de mayo de 2011

A menudo me incomoda mirarme al espejo. Casi nunca me gusta mirarme.
Hacerlo es escuchar los gritos de mi mirada, enfrentarme a las palabras que no necesitan del sonido para aturdir mis comodidades.
El cara a cara me desnuda ante mi inconsciencia más consciente. A solas, deja caer sus lágrimas mientras recorre el sueño cotidianamente postergado; los retazos del futuro que desgranan los días en su espera.
¿Será hoy? Me preguntan. Pero la ilusión es ahogada por el miedo y el tiempo perpetúa su monotonía.
Y ahí sigo, caminando y esquivando espejos; porque nadie puede ver mi fracaso más que mis ojos mirando a mis ojos; porque nadie me encuentra detrás de la apariencia.
Sigo porque arriesgar es demasiado riesgoso; y continuar, la garantía de que nadie más que yo advertirá mi desvío.
Continúo a paso tibio, sabiendo que regresar será cada día más difícil; pero continúo.
Despertar y “ser” es mejor que el permanente sueño de ser. Pero mi alma es cobarde y mi convicción intermitente.
Aunque mi mente quiera convencerse de lo contrario, sigo siendo uno más. Aunque sueñe con el cambio, legitimo la continuidad.

¡Felicitaciones!

on jueves, 27 de enero de 2011

Para muchos, esa palabra nunca llega.
La sueñan, la esperan, imaginan cómo actuarán.
Se desvelan imaginándose en aquel instante de gloria.
Pero la realidad sacude esos sueños y deja caer sólo migas de esperanza resquebrajada.
El éxito les recuerda su fracaso. Prohibidos sus protagonismos, les insisten en su papel de espectadores.
Para otros, de buenas a primeras llega.
Se acerca y los transforma, ubicándolos en el lugar al que siempre creyeron pertenecer.
Es ese palabra la que los transforma en exitosos, recordándoles que desde ese momento sus vidas no son una más. Son parte del clan, de aquellos que miran la escalera desde la cima.
Felicitaciones, esa es la palabra.
El término que consagra el momento en el que dejaron de no ser;
que coloca el autoestima delante de la esencia y a la par de la apariencia.
Felicitaciones...
...por entrar a la empresa más prestigiosa y destacada del rubro.
...por escalar a un salario de cinco cifras.
...por conseguir que tu nombre se imprima en los matutinos.
...por ser el empresario del año.
...por la nueva mansión en el barrio de renombre.
...por el auto último modelo.
Para muchos, esa palabra nunca llega.
Porque felicitaciones alude a felicidad, y felicidad parece propiedad sólo del universo del tener.
Por eso no me gustan esas felicitaciones, porque más que un halago es una marca, un paradigma de éxito, y de exitosos.
Me gustan las felicitaciones hacia aquellas que van a ser madres...
hacia el niño con su primer guardapolvo blanco...
hacia el primer diente que se cae...
hacia la primer novia que llega...
Me gustan las felicitaciones que son deseo.
Me entristecen las que son marcas.
A ellos felicito yo...
...a los que viven en la grandeza de lo simple.
...a los que construyen en la sabiduría de lo humilde.
...a los que entienden que en aquel "no ser" está la esencialidad del ser.