A 300 lágrimas de distancia

on jueves, 19 de enero de 2012

Sigilosas, tímidas, van cayendo de a poco.
No caen porque quieran, sino porque es ya imposible no caer.
Algo las empuja… como la explosión liberadora después de la presión.
Caen, resignadas, sin que ya nada importe… sólo caen.

La caída es amarga,
porque la amargura las empuja y les contagia su sabor.
¿Duelen? Tal vez.
¿Lastiman? Demasiado.

Salen y se liberan para desvanecerse en la misma caída,
pero salen…
Desahogan algo que indefectiblemente se va a volver a ahogar,
pero desahogan.

¿Cuál es su misión? Sólo ellas lo saben.
Quizás acompañarnos…
Tal vez sólo desahogarnos…
O por qué no regalarnos una suave caricia en la mejilla en su último suspiro como lágrimas.

Las mías tienen nombre, o mejor número:
300.
Porque cada dolor es una lágrima, cada lágrima es un kilómetro,
y cada kilómetro un paso que se aleja de la verde isla de la felicidad.

A 300 lágrimas de distancias… ahí está mi felicidad.

La fragilidad de la memoria

on miércoles, 4 de enero de 2012

La memoria es frágil, pero no por ser frágil,
sino porque el tiempo corre demasiado rápido.
Es casi inevitable, casi tan natural como la fugacidad de un segundo en el recorrido de un año.
Dura lo que una gota de agua en medio del desierto;
lo que demora un sonido en perderse en el espacio.
La memoria es frágil sólo a causa del tiempo:
veloz, prepotente, irreversible.
Ante él, hasta al más memorioso se le vuelven difusos los recuerdos,
extrañas las fechas y, peor aún, lejanos los rostros.
Lo que parecía eterno admite su caducidad ante las desafiantes agujas del tiempo;
y ante eso, el futuro es más incierto que lo incierto,
más extraño, incluso, que lo desconocido.
De repente, lo común se vuelve atípico;
lo cercano, lejano;
lo indispensable, accesorio.
Por allí pasó el tiempo, con sus desencuentros,
con sus atropellos, con sus desatinos.
La memoria no es frágil, aunque el tiempo la obligue a serlo.
Quizás por su defensa:
por el dolor de los momentos que no son;
por la tristeza de las ausencias que empezaron a ser;
por el presente que no vive si sólo de pasado se alimenta.
Era sabio el tiempo al fin.
Le dio a la memoria fragilidad,
antes que sus recuerdos, la mataran de amargura.