Mirada

on sábado, 21 de mayo de 2011

A menudo me incomoda mirarme al espejo. Casi nunca me gusta mirarme.
Hacerlo es escuchar los gritos de mi mirada, enfrentarme a las palabras que no necesitan del sonido para aturdir mis comodidades.
El cara a cara me desnuda ante mi inconsciencia más consciente. A solas, deja caer sus lágrimas mientras recorre el sueño cotidianamente postergado; los retazos del futuro que desgranan los días en su espera.
¿Será hoy? Me preguntan. Pero la ilusión es ahogada por el miedo y el tiempo perpetúa su monotonía.
Y ahí sigo, caminando y esquivando espejos; porque nadie puede ver mi fracaso más que mis ojos mirando a mis ojos; porque nadie me encuentra detrás de la apariencia.
Sigo porque arriesgar es demasiado riesgoso; y continuar, la garantía de que nadie más que yo advertirá mi desvío.
Continúo a paso tibio, sabiendo que regresar será cada día más difícil; pero continúo.
Despertar y “ser” es mejor que el permanente sueño de ser. Pero mi alma es cobarde y mi convicción intermitente.
Aunque mi mente quiera convencerse de lo contrario, sigo siendo uno más. Aunque sueñe con el cambio, legitimo la continuidad.

1 comentario:

Leandro SALLABERRY MARTÍNEZ dijo...

Danilo... es muy bueno tu escrito. Me encantó y creo que todos, en alguna parte de nuestras vidas, nos sentimos identificados. Acaso, ¿quién no se miró al espejo alguna vez, y vio todas las inseguridades propias que nos abruman?.
Más allá de eso, pienso que reconocer las propias inseguridades, es el primer paso para animarse a apostar.

Publicar un comentario